martes, 10 de noviembre de 2009

Posted by Claudio Dennis Arriojas |

PAZ, Octavio

El arco y la lira (El poema. La revelación poética. Poesía e historia)

Fondo de Cultura Económica, México, 1956, 286 pp.

El Poema: El lenguaje: Paz concibe el lenguaje como "una condición de la existencia del hombre y no un objeto, un organismo o un sistema convencional de signos que podemos aceptar o desechar" (p. 31). El lenguaje no es un puro medio de comunicación: mito y lenguaje son vastas metáforas de la realidad. La esencia del lenguaje es simbólica porque consiste en representar un elemento de la realidad por otro. El lenguaje es poesía en estado original. "El hombre es hombre gracias al lenguaje, gracias a la metáfora que le hizo ser otro y lo separó del mundo natural. El hombre es un ser que se ha creado a sí mismo al crear un lenguaje. Por la palabra el hombre es una metáfora de sí mismo" (pag. 34). La distancia entre la palabra y el objeto —la que obliga a cada palabra a ser objeto de lo que designa— es consecuencia de otra distancia: la del hombre respecto a la realidad exterior. Y esa distancia el hombre trata de salvarla mediante la palabra. "Aunque no sea la única tentativa del hombre para recobrar la perdida unidad de conciencia y existencia (magia, mística, religión y filosofía han propuesto y proponen otras vías) su mérito consiste en que se trata de un camino abierto a todos los hombres" (p. 36).
Distingue dos actos en la creación poética: Arrancar las palabras a sus conexiones y menesteres habituales; convertir el poema en objeto de participación. Es creación original y única pero también participación. "Poeta y lector son dos momentos de la misma realidad, entre ambos engendran la chispa: la poesía" (p. 39).
Se plantea el problema que surge de la palabra multisignificante: el poeta sirve a las palabras, no se sirve de ellas. Gracias a la poesía, el lenguaje recobra sus valores plásticos y sonoros; después, los afectivos; después, los significativos. Si la palabra recobra mediante la poesía su naturaleza original plurisignificante, el poema niega la esencia misma del lenguaje: la significación o sentido.
El ritmo: El ritmo es para Paz un elemento que da unidad a la célula del poema: la frase poética. Pero el ritmo es mucho más que una cadencia sonora. Paz traspone su naturaleza y lo eleva a órdenes existenciales al relacionarlo con el tiempo místico-religioso: cada ritmo es una actitud, una imagen del mundo. Es imagen y sentido y no está fuera de nosotros mismos. Es nosotros mismos. "El poema tiende a repetir y recrear un instante, un hecho o conjunto de hechos que, de alguna manera resultan arquetípicos" (p. 64). "El poema es tiempo arquetípico que se hace presente apenas unos labios repiten sus frases rítmicas. Esas frases rítmicas son lo que llamamos versos y su función consiste en recrear el tiempo" (p. 65).
Verso y prosa: Puede concluirse de este apartado que "la vuelta a las formas libres, fundada en el golpe rítmico de sus acentos se dio al mismo tiempo que el retorno a la imagen. Ritmo e imagen son inseparables. El estudio de la frase poética, núcleo del poema, nos lleva a la imagen" (p. 88).
La imagen: La define como "Toda forma verbal, frase o conjunto de frases que el poeta dice y que unidas componen un poema" (p, 89). La naturaleza de la imagen consiste en que acerca o acopla realidades opuestas, indiferentes o alejadas entre sí. Somete a unidad la pluralidad de lo real" (p. 90). La imagen es una frase en que la pluralidad de significados no desaparece, como sucede en la prosa, sino que recoge y exalta todos los significados, primarios y secundarios, de las palabras (p. 101).
Habitualmente las palabras quieren decir algo que puede explicarse mediante otras palabras. El sentido de la imagen, por contra, es la imagen misma. La imagen se explica a sí misma. No nos lleva a otra cosa, nos enfrenta a una realidad concreta (pag. 104). Es decir, las palabras, que han recobrado su originalidad, su ambigüedad, sufren ahora otra transformación: Los vocablos se vuelven insustituibles. Ya no hay movilidad e intercanjeabilidad de los signos, porque no da lo mismo una palabra que otra en el poema. El lenguaje deja de ser un útil.
El regreso del lenguaje a su naturaleza original —plurisignificación— no es el fin de la imagen, sino paso previo a una operación más radical: el lenguaje, tocado por la poesía, deja de ser lenguaje —conjunto de signos móviles y significantes—. El poema trasciende el lenguaje (p. 105).
En la imagen, la pluralidad de lo real se manifiesta como unidad sin que cada elemento pierda su singularidad. La distancia entre la cosa y la palabra desaparece: el nombre y lo nombrado (p. 107). Por eso, la imagen no se explica, invita a recrearla y a revivirla. El decir del poeta encarna en la comunión poética.
A continuación, da un salto en su razonamiento, no muy claro, cuya conclusión es que el hombre mismo es imagen, o sea, espacio para la fusión de contrarios: la poesía es metamorfosis y por eso colinda con la magia, la religión, etc., por transformar al hombre y hacer de éste y aquél ese otro que es él mismo. El universo se convierte en un conjunto de cosas afines y el hombre puede ser al fin su deseo: él mismo. "A través de la frase, que es ritmo, que es imagen, el hombre —ese perpetuo llegar a ser— es" (p. 108).

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