martes, 24 de noviembre de 2009

Posted by Claudio Dennis Arriojas |

La búsqueda incesante de un ser del cual depender, pertenecer y fusionarse, la idea capciosa de un final irreprochable que cierre historias con broches de oro, amistades sobrevivientes a tempestades invidentes que nos dejaron ausentes al uno del otro, contradicción irreconciliable que no nos permite llegar a ninguna síntesis, pasión dialéctica llena de amarres, senado romano tus ojos que me condenan a estar ciego, bendita sea tu boca que posiblemente ya no me silencie con un beso mientras mis oídos bajaban poco a poco el volumen, y a pesar de esto no se me hace extraña la despedida, no es extraña porque la hemos ensayado desde el primer momento en que convertiste en secreto una queja, un mal entendido, porque ya era decreto desde ese instante en que decidiste dejar de pie al menos una muralla para protegerte, porque particularmente tengo tanta fe en que eres culpable de lo que me acusas, en que eres tú la Pandora en cuya caja está todo mi pasado muerto, eres tú, mujer primera la que dejará encerrada la esperanza de un perdón, un regreso, una ilusión en la barca de Caronte, aún así tengo fe en ti, en tus ideas infantiles, en tu abdomen pequeño y sinuoso que se deja entrever un poco entre tu ropaje, memoria emotiva, haciendo recordar el disfrute provocado en los infinitos segundos en que ese abdomen se movía sobre mi, te he amado, desde aquel momento en que decidí entregarme sin importar los miedos, las mentiras, los engaños y aquella máscara que he creído incluso hasta hoy, era para el resto del mundo, siendo yo la excepción, he amado tu alma que creí trastocar lentamente con el filo de mi lengua y un par de ideas destinadas a sublimar, un solo momento, el recuerdo de tus muslos erizados suavemente mientras juego, entre besos y lamidas a hacerte explotar; y aún así, no se me hace difícil aceptar que nunca más te rozaré con mi cuerpo, que nunca más harás crecer con tus manos, tus besos, tu olor intenso mi integridad, puedo vivir con la idea de no separar poco a poco con mis labios tus entrañas y condenarte al más bello y luminoso infierno en la penumbra de una habitación, juguemos ahora a la resignación y al hecho de que tu orgullo me condena a una soledad terrible que la verdad procuraré no dure más de un par de días, que se acabe la función, que se olvide aquel perdón y se condenen nuestras almas porque la verdad, quién no cede un poco termina perdiendo mucho más, pero en fin, lo único que se pierde es una oportunidad.

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